Napoli en cabeza con Atalanta. Juventus e Inter en la tormenta, el orgullo no es suficiente para el Milan

Atalanta congela el Olimpico

En este domingo bestial para los grandes, el Atalanta en cambio confirma que está al mando no por casualidad. La Diosa congela el entusiasmo de los 60.000 en el Olímpico, ganando por primera vez a la Roma en casa. Los giallorossi, sin Dybala por una molestia muscular en el calentamiento, son sorprendidos con un derechazo de Scalvini. Los giallorossi cerca del empate al menos en tres ocasiones, pero no es el día. Tanto es así que el propio Mourinho, presa de convulsiones, es expulsado. Al otro lado del Tíber, en cambio, la Lazio va sobre ruedas. El cremonese es un palito de pan demasiado tierno para los bocados de Immobile, Pedro y Milinkovic. Termina con un póquer que redime al equipo de Sarri ahora en convivencia en la cuarta plaza con el Milan.

La crisis infinita de la Juventus

Y ahora entramos en el círculo de los condenados. Aquí encontramos a la Juventus de Max Allegri (que luego sería también de Elkann, Agnelli y Arrivabene) golpeada y ofendida en el césped por el recién ascendido Monza, ganando por primera vez (1-0) desde que estaba en la Serie A. E Inter Milan de Simone Inzaghi mal revuelto por un espléndido Udinese (3-1) a pesar de que los nerazzurri se habían adelantado enseguida gracias a lo único bueno del Inter, una falta en el cruce de Barella que debería haber hecho volar al conjunto milanés. En cambio, como en el pasado, el equipo de Inzaghi se ha vuelto a reunir sin piedad con abucheos y silbidos.

Dos derrumbes casi históricos. En el caso de la Juventus, recién salida del surrealista empate con el Salernitana y de la derrota en Champions con el Benfica, faltan palabras para explicar semejante descalabro futbolístico. Ante el Monza, que venía de un cambio de rumbo del entrenador (Palladino en lugar de Stroppa), los bianconeri parecen ser los que pelean por la salvación. Fantasmas pálidos, sin corazón y sin columna vertebral, aniquilados por chicos que simplemente quieren ganar. Un desamor ver a un equipo, con la historia de la Juventus, incapaz de reaccionar. Ni siquiera el orgullo. Y, sin embargo, la expulsión de Di María, que se produjo a los 40′ por un codazo tonto a Rizzo, no justifica la debacle de la Juventus. Así como la larga lista de bajas por lesiones no es justificación. Una empresa que cerró con un déficit de 250 millones, tras una faraónica campaña de adquisiciones, no puede invocar atenuantes de este tipo. En cambio, debes tener esa famosa humildad de admitir errores, comprender dónde te equivocaste para compensarlo en la carrera. Pero no es así. Incluso en la caída, existe esa presunción típica de la Casa Real de la Juventus. Allegri, que gana 8 millones al año, se ríe diciendo que los rumores sobre su exención le divierten. Él se divertirá pero los demás mucho menos. Y el propio Arrivabene, el CEO que predica la sabiduría («humildad, claridad, determinación»), queda al final inconcluso.

Alegre en el equilibrio. Sociedad: eximirlo sería una locura

También se debe tomar una decisión sobre Allegri. Es difícil seguir con un entrenador tan detestado por su afición. La sociedad lo defiende, y encaja. Dice, de nuevo con Arrivabene, que “sería una locura cambiarlo porque los ciclos ganadores de una empresa se construyen con el tiempo”. Pero el fútbol es una empresa diferente a las demás, ligada a mil factores que no siempre se pueden calcular. También hay otro factor que incide: la idea de que siempre hay que ser el mejor. En el deporte se necesita tiempo, paciencia, sensibilidad, incluso alguna afortunada coincidencia. Milán, por ejemplo, entre pandemias y crisis varias, pudo trabajar con cierta tranquilidad. Haciendo crecer a sus jugadores jóvenes, o centrándose en otros jugadores, no demasiado caros, pero con cualidades para sacar a relucir. Todo lo contrario a la Juventus obligada a ganar siempre en Europa, a pesar del perfil cada vez más bajo del fútbol italiano.

Silbidos y críticas también para el Inter. Inzaghi bajo acusación

Incluso el Inter, con la tercera derrota de siete (Lazio, Milán, Udinese) está a la vuelta de la esquina. Simone inzaghi, demasiado humilde y autocrítico, ya no puede entender lo que sucede en su equipo. Aquello parecía salido de la oscuridad tras el raquítico éxito ante el Turín y el inmemorable ante el Viktoria Plzen en la Champions League. Sin embargo, el Inter de Udine ha vuelto a caer en los vicios de siempre. Diseñado a medida para Lukaku, sin su tartamudeo gigante. Poco juego, poca fuerza, poco carácter. Cómo la Juventus da bofetadas sin reaccionar. El ambiente, cada vez más decepcionado por las elecciones de Inzaghi, invoca los buenos tiempos de Conte di Mourinho. Pero el pasado ha pasado. Y el futuro no está a la vista. Los cambios de Inzaghi (especialmente los dos contemporáneos de Bastoni y Mkhitaryan porque fueron amonestados) están dictados por la ansiedad y la falta de lucidez. Estas son malas señales. Todo el mundo va por su cuenta. Incluso la empresa, con una campaña de compras fluctuante, ha generado ira y confusión.



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