El ministro federal de Salud, Frank Vandenbroucke, se prepara para los perversos efectos secundarios de la crisis energética. «Si grandes grupos de personas, incluso de la clase media, tienen dificultades, corremos el riesgo de que comiencen a reducir los costos de su atención médica. Debemos hacer todo lo posible para evitar eso».
Por lo tanto, Vandenbroucke quiere utilizar la crisis como palanca. «Si atravesamos inviernos difíciles, nuestra atención médica tiene que ser sólida. Y eso presupone reformas ambiciosas».
En el corto plazo, el ministro está trabajando en una ley que requiere que cada hospital tenga al menos un radiólogo contratado en casa que trabaje a precios asequibles, según lo acordado con el gobierno.
«Hay al menos veinte hospitales flamencos donde eso ya no es así», dice Vandenbroucke. «Ya no se puede ir allí para hacerse pruebas de imágenes médicas pesadas, como una tomografía computarizada o una tomografía por emisión de positrones, con la certeza de que no hay que pagar un suplemento. Eso es inaceptable en una economía de guerra en la que la gente lo está pasando mal». «