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El caos de Schiphol es más que una mala gestión en un aeropuerto que no puede manejar las multitudes de los días festivos. También es más que una ilustración del malestar administrativo en los Países Bajos: el torpe administrativo mantiene su puesto más alto. Véalo como un símbolo de la imagen degradante de la dignidad de la humanidad de los gobernantes actuales, ya sea que estén en el gobierno, el papa del clima europeo, interrumpan el aeropuerto o prediquen la inmoralidad a través de Rabobank. Miran al desfavorecido que no puede comprar privilegios, por desinterés.