La riqueza trivial es difícil de definir. Quizás esto ya incluya una bicicleta eléctrica, un sofá nuevo, un aire acondicionado, un viaje a la ciudad de Praga o un concierto de André Rieu en el Vrijthof.
En cualquier caso, esto debe terminar, si depende del ecologista y economista estadounidense Herman Daly. Él es el autor intelectual de lo que se llama la economía estable. La prosperidad mundial no debería crecer más, sino que debería distribuirse de manera más justa. Desde sucesivas olas de calor en muchas partes del mundo, Daly, de 84 años, está tan caliente como Bernie Sanders en las elecciones presidenciales anteriores. Los New York Times escribió sobre sus ideas este mes. Y ahora muchos medios lo están desenterrando de nuevo.
Debido a que en muchos países del Tercer Mundo la gente tiene muy poco para las necesidades básicas, se les permite crecer, según Daly. Pero esa tasa de crecimiento debe coincidir con la tasa de decrecimiento de los países ricos, para que la tierra ya no esté agobiada. El PIB mundial (producto interno bruto) debería ser cero cada año. Las características de una economía estable son la sostenibilidad, la distribución justa, la asignación eficiente y una alta calidad de vida. La condición es que la población mundial también se estabilice. Los países occidentales que se enfrentan a una población que envejece no deberían invertir en prestaciones por hijos y permisos parentales, sino en la educación y el desarrollo de los inmigrantes.
Cuanto mayor es la igualdad en un país -el mejor ejemplo es Japón-, mejor es la atención, mayor el sentido de comunidad y menores los problemas sociales y la tasa de criminalidad. Más igualdad mejora la calidad de vida.
Parece una hermosa utopía. O un regreso a la era hippie sin sexo gratis, pero con una renta básica: no más cosas, sino más contentamiento con el destino. Daly da la receta. Desarrolla modelos en los que la prosperidad se convierte en sostenibilidad.
Daly critica la obsesión por el PIB como medida del éxito económico. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el concepto no existía en absoluto. Se introdujo después de la guerra para medir el progreso de un país que recibe Marshall Aid. Desde entonces, ha cobrado vida propia y todos lo miran a ciegas.
Quiere reducir el PIB, inspirado en el cuento de hadas filmado del Lorax que advierte al One-man que no tale los árboles muertos, lo que provocará la desaparición del hábitat de la hierba grillo, el cisne flojo, vientre barabaloe y blipfish. Justo antes de su propio estado de Luisiana, vio suceder lo mismo frente a la costa. Una llamada zona de muerte de 16.000 kilómetros cuadrados en la que el agua contenía muy poco oxígeno para permitir la vida marina. La causa fue el crecimiento excesivo de algas debido al estiércol que fluía de los campos al mar. Tal como sucede en los Países Bajos.
Ahora nada saldrá de Daly y sus ideas sobre la economía estable o Lorax. Solo las dictaduras pueden obligar a las personas a dejar de buscar más prosperidad. Es una restricción de la libertad personal que no funciona incluso cuando surge la necesidad.
Todos quieren determinar por sí mismos qué es la prosperidad trivial. Lo único que pueden hacer los gobiernos es imponerles fuertes impuestos.