Se puede decir que trató hasta el final de que todos los dirigentes volvieran al sentido común pero en cierto momento se dio cuenta de que no había más espacios. Tanto es así que en aquellas llamadas telefónicas realizadas por la tarde a Berlusconi y Salvini, cuando se leían sus preguntas y súplicas en el comunicado que preparaba el centroderecha, no insistió. Tomó nota con amargura de un cuadro desgastado, consumido por resentimientos por un lado y afán de sondeo y venganza por el otro. Y por eso esas llamadas sirvieron para poner un punto firme y avanzar en los trabajos al preparar con sus asesores, reunidos durante toda la jornada de ayer, los pasos institucionales a dar después de la discusión parlamentaria. En todos los pasajes nunca faltó el contacto con Draghi y tampoco la armonía. Así que ayer por la noche se compartió la elección del primer ministro de esperar el debate en la Cámara de hoy y luego ir al Quirinale por la mañana para presentar su renuncia.
El pesimismo había rondado durante un tiempo en las salas del Quirinale. El trabajo de la diplomacia había traído algunos avances que, sin embargo, en las últimas horas habían encontrado bloqueos insuperables. También se vio en la votación de ayer en el Senado donde Draghi tuvo un sí muy arriesgado, arriesgándose también a la falta de quórum. En la práctica, esa unidad nacional está hecha trizas. La esencia es que ya no hay forma de continuar la legislatura, se acaba con esa fórmula de gobierno políticamente “neutral” que el jefe de Estado había puesto en marcha para que Italia aguantase los embates de la pandemia, organizar la campaña de vacunación y comenzar a trabajar en el PRN. Que ahora necesita un desglose, con miles de millones congelados. Aquí radica el pesar y la preocupación por la situación internacional con la guerra en curso en Ucrania. La mirada de Mattarella ya está puesta en los próximos días, en lo que puede pasar en los mercados, en qué decisiones pueden tomar en Europa sin la presencia de un gobierno que tuviera autoridad propia.
Pese al contexto, sin embargo, no hay alternativas a la disolución de las cámaras que dispondrá después de oír a los presidentes de Cámara y Senado. Draghi se queda para la actualidad. Lo que significa que se podrán hacer decretos de ley, incluso esquemas de decretos legislativos y cumplir con las obligaciones comunitarias pero con facultades embotadas.
De hecho, la preocupación de Mattarella es poder proteger al país durante una campaña electoral en el período más difícil económica y socialmente. A la luz de esta situación y de las dificultades, es probable que el jefe de Estado quiera, con un mensaje, explicar directamente a los italianos su decisión de votar, quizás dé su punto de vista sobre el final de la experiencia y tal vez diga que no habrá brechas de poder, que nadie se irá de vacaciones por el bien del país. Un consuelo en un contexto tan atormentado y esquivo para muchos ciudadanos.
A estas alturas los partidos ya están discutiendo la fecha de la votación que podría ser el 2 de octubre. También se habló del 25 de septiembre pero es la víspera del Año Nuevo judío, por lo tanto, podríamos pasar a la semana siguiente. O incluso más lejos como quisieran algunos del Partido Demócrata o del 5 Estrellas que necesitan tiempo para afrontar las encuestas. Pero en el Colle solo piensan en garantizar un nuevo Gobierno cuanto antes para no quemar la sesión presupuestaria y no dejar en la incertidumbre a los italianos.