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LA HAYA Debería haber sido una experiencia. Una luna de miel en la bulliciosa Tel Aviv. Pero Alireza y su esposa Shieda, después de pisar suelo israelí, terminaron en una celda inmunda. Después de dieciocho horas de quejas, los subieron al avión de regreso a los Países Bajos. La razón: sus pasaportes holandeses indican Teherán como su lugar de nacimiento, la capital del archienemigo de Israel, Irán. «Tenía miedo, Shieda también, ella lloró cuando nos separamos».