La guerra falsa ha terminado. La verdadera guerra ha comenzado. Durante varias semanas, los gobiernos de EE. UU. y Gran Bretaña han creído que Vladimir Putin tenía la intención de invadir Ucrania a gran escala. Eso está sucediendo ahora.
Los objetivos precisos del ejército ruso aún están surgiendo. Pero ya está claro que este no es un ataque limitado, confinado a las regiones en disputa del este de Ucrania. Se han escuchado explosiones en la capital de Ucrania, Kiev. Y hay informes de tropas rusas cruzando la frontera desde Bielorrusia, que es la ruta más corta y directa a Kiev.
Los servicios de seguridad occidentales, que han predicho con precisión el curso de los acontecimientos hasta ahora, creen que Putin tiene la intención de derrocar al gobierno ucraniano e instalar un régimen títere en su lugar. Esta estrategia de “decapitación” abarcará no solo al gobierno central, sino también a los gobiernos regionales y locales. Se han elaborado listas de funcionarios ucranianos que serán arrestados o asesinados.
Es probable que las tácticas militares que usa Rusia sean extremadamente brutales, “el tipo de cosas que vimos en Siria y Chechenia”, según un funcionario estadounidense. El despliegue de la artillería rusa y su fuerza aérea significaría grandes bajas militares y civiles en el lado ucraniano. Algunas fuentes occidentales han hablado de 50.000 muertes en una semana.
El ejército ucraniano está decidido a contraatacar. Pero es probable que se encuentre muy superado en armas. El objetivo ruso puede ser rodear Kiev y forzar el colapso o la renuncia del gobierno ucraniano, encabezado por Volodymyr Zelensky.
Los rusos no querrán involucrarse en una guerra urbana, si pueden evitarlo. También están decididos a mantener a Occidente fuera de este conflicto. En su discurso, al anunciar la invasión, Putin advirtió a los forasteros tentados a interferir que habría “consecuencias que nunca han encontrado en su historia”, una referencia apenas velada a la guerra nuclear.
Por ahora, la reacción occidental se limitará a las sanciones económicas. Temiendo que este momento se acercara rápidamente, los diplomáticos estadounidenses y europeos han estado trabajando en un paquete de sanciones coordinado durante algunas semanas. Eso se implementará en los próximos días.
Rusia ahora será golpeada con sanciones financieras, individuales y tecnológicas. Los bancos rusos quedarán privados de financiación. Las personas rusas poderosas se verán incapaces de viajar al oeste y se congelarán sus activos en los bancos occidentales. Rusia quedará aislada de la tecnología avanzada, como los semiconductores y las piezas de aviones.
Es probable que los efectos sobre la economía rusa sean profundos. Pero es poco probable que eso desvíe a Putin de su curso elegido. El propio líder ruso no va a pasar hambre. En cambio, es probable que utilice la guerra que ha desatado como excusa para acabar con los últimos vestigios de libertad política en Rusia. El país ahora se inclinará hacia una dictadura a gran escala, lo que facilitará acabar con cualquier disidencia de los rusos consternados por el curso que ha elegido Putin.
Una ruptura económica entre Rusia y Occidente también tendrá graves consecuencias económicas para Europa y Estados Unidos. Incluso antes de que estallara este conflicto, los precios de la energía estaban por las nubes. Si Rusia corta el suministro de gas a Europa, los consumidores y la industria sufrirán mucho. Los efectos directos se sentirán con mayor fuerza en aquellos países que dependen más del gas ruso, en particular Alemania e Italia. Pero todo el mundo occidental podría caer en recesión e inflación. Y los líderes políticos occidentales son mucho más vulnerables a la opinión pública que Putin.
Aunque la OTAN ha dejado claro que pretende mantenerse al margen de la guerra en Ucrania, existe el riesgo de que el conflicto se amplíe. Un escenario que preocupa a los líderes occidentales es que la fuerza aérea rusa pueda perseguir a los ucranianos hacia el espacio aéreo polaco. Eso podría conducir a enfrentamientos directos entre los rusos y Polonia, miembro de la OTAN. Los ataques aéreos rusos también podrían matar a estadounidenses o europeos que aún residen en Ucrania, aumentando la presión sobre sus gobiernos para que respondan.
Los gobiernos occidentales también están debatiendo activamente cómo ayudar a una insurgencia ucraniana, si surge y cuando surja, para luchar contra una ocupación rusa. Los partidarios de este plan de acción creen que será tanto un deber moral como un imperativo estratégico permitir que los ucranianos continúen la lucha. A otros les preocupa que apoyar una insurgencia pueda convertir a Ucrania en una nueva Siria en las fronteras de Europa.
Estos debates adquirirán una urgencia cada vez mayor en las próximas semanas. Pero, por ahora, Putin tiene la iniciativa.