La historia de Lemja comienza hace mucho tiempo, en otro tiempo y en un país que ya no existe. Tiene 16 años y el mundo está a sus pies. Creció en Mostar, esa ciudad antigua de Bosnia donde se puede ver claramente que los otomanos la gobernaron durante siglos. Cuando mira a su alrededor, ve las montañas, y cuando escucha atentamente, escucha el agua del Neretva, el río que atraviesa la ciudad. Esta es su casa, aquí es donde vive la gente que ama y aquí es donde hace lo que más le gusta: el balonmano. “Si me hubiera quedado, seguro que me habría convertido en profesional del balonmano”, dice ahora Lemja Kovac, en esta tarde de verano en su jardín de Róterdam. Pero ella no se quedó porque era una guerra. Huye con su equipo de balonmano a Holanda, una aventura imprevista que GerBen van ‘t Hek y Rens Lieman recogen en el libro De bus uit Mostar.