Estas fueron las primeras palabras filtradas en la primera jornada del G7 a Elmau Schloss: «Hay que evitar los errores cometidos tras la crisis de 2008: la crisis energética no debe producir un retorno de los populismos. Tenemos las herramientas para hacerlo: debemos mitigar el impacto del aumento de los precios de la energía, compensar a las familias y empresas en dificultades, gravar a las empresas que obtienen beneficios extraordinarios”. Mario Draghi acababa de regresar del Consejo Europeo donde -no sin dificultades y movimientos tácticos en los mensajes externos- había arrancado el compromiso de los Veintisiete de examinar en octubre la propuesta sobre el techo a precio del gas que la Comisión de la UE presentará hay que prepararse para septiembre.
Largos tiempos para una medida que Italia, prácticamente sola, clama desde marzo, pero que ahora podría ser más rápida. Francia apoya a Roma (para un intercambio con la nuclear), el resto de aliados son de poco peso, Grecia e Irlanda. Ciertamente no Alemania -aunque las posiciones de Berlín, dice Draghi, hayan cambiado definitivamente- que en esta fase tiende a tomar posiciones claras sobre prácticamente nada, reflejando (según los alemanes) el espíritu de la canciller.
Próximamente la convocatoria de los interlocutores sociales por el costo de la vida
Pero para Italia, el tema energético también refleja un miedo a la estabilidad social, con todos los precios disparados, las facturas son exorbitantes (de hecho, se está considerando un nuevo apoyo), las autopistas también están aumentando. Es en este contexto que Draghi anunció en Bruselas que pronto se reunirá con los interlocutores sociales precisamente para abordar el tema de la vida cara. Ahora es pleno verano, pero el tiempo se acaba y en mes y medio tendremos que afrontar el nudo de la ley de estabilidad, el último de la legislatura y quizás también del técnico premier, que cada vez es menos tal, dada la situación. La energía y la política internacional nunca están tan estrechamente entrelazadas como en esta fase: «Aunque bajen los precios de la energía, es impensable volver a tener la misma dependencia de Rusia que teníamos. Debemos eliminar para siempre nuestra dependencia de Rusia”, dijo, y por ello “poner un techo al precio de los combustibles fósiles importados de Rusia tiene un objetivo geopolítico además de económico y social”. Necesitamos reducir nuestra financiación a Rusia. Y hay que eliminar una de las principales causas de la inflación».
Riesgos exactamente 10 años después de “cueste lo que cueste”
Draghi evocó 2008 como el detonante de la bomba del populismo. Fue el año de la gran crisis financiera, que golpeó primero a EE. UU. y rápidamente se trasladó a Europa, primero como una crisis de deuda soberana y luego como una recesión económica. Eran los años de la crisis griega, de la Troika evocada como gran espectro del robo de las soberanías nacionales, desde entonces los ingresos han disminuido considerablemente, y en algunos casos los ahorradores han pagado directamente con su propio bolsillo (efecto aguas abajo del desafortunado paseo de Deauville de Merkel y Sarkozy). El populismo tal como lo conocemos hoy -eso parece surgir de las palabras del expresidente del BCE, quien hace apenas 10 años, el 12 de julio de 2012, pronunció en Londres la famosa frase que se convirtió en símbolo del rescate del euro- nació en esos tiempos, y es el riesgo el que hay que evitar.