El lunes, una nube grisácea de polvo se cernía sobre las calles casi completamente desiertas de la capital iraquí, Bagdad. No había rastro de los atascos matutinos habituales, señaló un corresponsal de la agencia de noticias francesa AFP. Irak ha tenido no menos de nueve tormentas de arena desde mediados de abril.
El primer ministro Moustafa al-Kazami ordenó la suspensión de las actividades en las instituciones públicas “debido a las malas condiciones climáticas y las severas tormentas de polvo”, según un comunicado de prensa. Los servicios de seguridad y salud permanecerán activos.
El aeropuerto de Bagdad fue cerrado debido a la visibilidad limitada de menos de cuatrocientos metros. También lo fueron el aeropuerto internacional de Najaf, la ciudad sagrada chiíta al sur, y el aeropuerto de Erbil, la capital de la Región Autónoma Kurda, al norte. El aeropuerto internacional de Kuwait también se cerró y los residentes en la capital saudí, Riad, tampoco pudieron ver una mano.
Los aeropuertos de la región se han cerrado temporalmente varias veces en las últimas semanas. En las dos tormentas de arena anteriores en Irak, una persona murió y casi 10.000 personas tuvieron que ser hospitalizadas por problemas respiratorios.
Durante las próximas dos décadas, Irak tendría 272 días de polvo al año, dice un responsable del Ministerio de Medio Ambiente iraquí. Para 2050 habría más de 300. Las posibles soluciones incluyen “plantar bosques que actúen como cortavientos”, dijo el presidente Barham Salah. Según él, la desertificación afecta al 39 por ciento de la superficie del país.