En la serie ‘Cien años de soledad’, lo grandioso y espantoso suele ser ligero e ingenioso.


Has fundado una ciudad en un pantano, eres antepasado de una familia ilustre, padre de un legendario líder rebelde, y luego acabas confundido y desgastado, atado a un espeso árbol en tu propio patio.

Eso le pasa a José Arcadio Buendía, uno de los personajes principales. Cien años de soledad (Cien años de soledad), la novela de 1967 de Gabriel García Márquez (1927-2014). La obra del escritor colombiano ha servido decenas de veces de fuente para una película o una serie, pero Márquez se resistió en vida a la adaptación cinematográfica de su libro más famoso. Pensó que era imposible hacer justicia al libro lleno de contenido en una película.

Pero afortunadamente Netflix la ha convertido en una serie de dieciséis capítulos. Los primeros ocho episodios ya están online, el resto llegará el próximo año. La amplitud y la repetitividad de una serie resultan muy adecuadas para una adaptación cinematográfica fiel de la novela. A diferencia del libro, la serie es una narrativa lineal, centrándose en las dos primeras generaciones en la primera mitad.

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En un exuberante diseño en tonos marrones, con personajes arquetípicos, cuenta Cien años de soledad la amplia historia de la pareja colombiana Buendía del siglo XIX, su pueblo Macondo y sus descendientes. El padre fundador es un héroe que se pierde en sus sueños: cartografía, alquimia, inventos. La matriarca es, en sus propias palabras, “la voz de la razón en una familia de locos”. El hijo se convierte en un héroe revolucionario en las interminables guerras civiles colombianas. Este coronel y sus hermanas son los eternamente solitarios a los que hace referencia el título, porque no encuentran el amor, ni lo pierden, ni lo rechazan.

Escena de ‘Cien años de soledad’
Foto Mauro González /Netflix

Elementos sobrenaturales

Una vez más parece que García Márquez escribió la Biblia de América Latina: una historia mítica con elementos sobrenaturales presentados como evidentes –el escritor es el padre de realismo magico. Macondo comienza como un lugar idílico, primitivo, donde nadie muere en los primeros treinta años de su fundación. El pueblo se está arruinando poco a poco con la llegada del Estado, la iglesia, la propiedad de la tierra y la guerra.

La serie ofrece un mundo irresistible y atractivo en el que sumergirse. El extraño tono de la novela está bien captado: lo grandioso y espantoso que la rodea es a menudo ligero e ingenioso, como el dictador del pueblo desfilando disfrazado de Napoleón. Al principio, el amor es la única nube en el cielo de Macondo. Pero los episodios posteriores se centran en la violencia que ha estado desgarrando a Colombia durante tanto tiempo.

Una vez más parece que García Márquez escribió la Biblia de América Latina

El episodio favorito es el del insomnio, una de las muchas plagas al estilo del Antiguo Testamento que afectan a Macondo. La sobrina huérfana Rebeca, que viaja con los huesos de sus padres en una bolsa, trae a Macondo un insomnio crónico, que a su vez conduce a un olvido generalizado. En un vano intento de evitarlo, los residentes dejan notas por todas partes. Hay una nota al lado de los huevos: “Los huevos provienen de gallina”. O: “Sentarme mucho tiempo al sol me da rabia”. Y bajo el cartel del topónimo: “Dios existe”. No lo olvides.






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