El delantero italo-español se mudó en verano después de marcar 41 goles con los nerazzurri en tres temporadas.
Con sólo tres años ya estaba volviendo loca a mamá Ana: “Ven aquí, que eres muy pequeño para jugar con ellos”. Todas las tardes la misma historia. Pero Daniel no entendió, o tal vez estaba fingiendo. Siempre ha tenido sus ojos astutos, grandes como dos canicas de color noche. Son los mismos que Giuseppe, el padre abogado que cada noche, al regresar del trabajo, preparaba un discurso para defender a su pequeño en presencia de su madre, la jueza suprema. En aquel pequeño parque de Fagnano Olona, a medio camino entre Milán y Varese, cogió y se fue, sin miedo alguno. Quizás la imprudencia de la edad.