Mire la votación de Liguria, pero no se olvide de Georgia


Consideramos con razón la votación de Génova como una prueba del marco político nacional. Pero no debemos apartar la vista de otra votación, aunque aparentemente más lejana: la de Georgia.

La razón es fácil de decir: en Tiflis la votación asignó el 54% al partido llamado Sueño Georgiano, liderado por el hombre más rico del país Ivanishvili, prorruso y amigo de Putin, que todavía está en el poder.

La oposición formada por cuatro partidos que miran hacia Europa y que desean un futuro para Georgia en la UE, apuesta por el 37,5%. La presidenta Salomé Zurabichvili, la mujer que más ha hecho para acercarnos a Europa, denuncia un fraude a gran escala orquestado por el propio Moscú con una operación de piratería sin precedentes.

En este clima tan tenso, en el que sólo tres jefes de Estado del mundo han reconocido el voto, Viktor Orban ya ha anunciado una visita a Tiflis como presidente de la Unión Europea. Con la gran paradoja de que la Europa que la oposición anhela como lugar de aterrizaje se presenta en el país para sancionar las buenas noticias del acercamiento ruso, salvo desmentidos anunciados a través de la BBC por el primer ministro Kobakhidze, que confirma la integración en la UE como un objetivo estratégico. . Y llegados a este punto es legítimo preguntarse si la idea de último momento es la de ser un caballo de Troya ruso.

Por tanto, el valor trascendental del voto en Georgia es evidente. Del mismo modo que está claro que Europa está dando señales de su mal funcionamiento. Y por eso nos preocupa, porque en esta vertiente la Unión está destinada a perder su papel y tal vez incluso su significado mismo.



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