Para lanzar el campeonato que comienza el sábado y reconfortar a Settebello, en los albores de una nueva temporada, llega el empujón del pasado más glorioso. En Roma, las piscinas del Foro Itálico, una dulce mañana azul dos meses después de la broma olímpica que frenó a la selección de Sandro Campagna. “La ira no se ha apagado, es imposible olvidar lo que pasó en París”, dice el técnico sobre el sensacional asunto arbitral en los cuartos de final con Hungría: una falta inexistente de Condemi sancionada con el VAR, el gol anulado, la expulsión del atacante, cuatro minutos sobre el terreno de juego con un hombre menos, luego la derrota en los penaltis. Y luego la igualmente sensacional protesta italiana en el siguiente partido irrelevante contra España, comenzando con el himno de Mameli escuchado de espaldas al jurado. “No fue una protesta como un fin en sí misma, sino una forma contundente de resaltar la injusticia. Enviamos un mensaje en beneficio de todo el movimiento”, observa Campagna. Esperamos las sanciones de World Aquatics, la federación internacional que no apreció el gesto descarado: quizás seis meses de exclusión de las competiciones y algo así como cien mil euros en multas. La parada del Settebello sería retroactiva, pero suficiente para perderse la Liga Mundial que comienza en enero: no es un daño grave, ni mucho menos.