Los 100 mejores músicos de todos los tiempos: Janis Joplin – Ensayo de Rosanne Cash


Janis Joplin abrió nuevos caminos. Ella no era sólo una de las mujeres más grandes de la música rock: era la mujer de la música rock en su época. Ella creó todo un mundo de oportunidades para las mujeres en este campo: sin Janis, no habría Melissa Etheridge, ni Chrissie Hynde, ni Gwen Stefani, ni nadie.

Todavía estaba en la escuela secundaria cuando lo descubrí. “Pearl” fue el primer álbum que compré. Recuerdo que me asustó un poco. Yo diría que si Joni Mitchell me hizo darme cuenta de que una mujer podía cantar públicamente sobre su vida, entonces Janis me hizo darme cuenta de que una mujer podía vivir una vida salvaje de la misma manera pública. Yo era una buena chica católica en aquel entonces, pero eso no me impidió comprar los discos de Janis y llevar una pulsera negra a la escuela el día de su muerte.

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Es difícil imaginar hoy lo increíblemente impactante que era Janis en aquel entonces. Había que acudir a los cantantes de blues que habían huido a Europa para encontrar algo tan salvaje y desinhibido, e incluso ellos eran un poco más reservados que Janis. Ella siempre parecía estar a punto de perder el control por completo. El verano pasado vi la película del Monterey Pop Festival por primera vez en mucho tiempo y encontré a Janis absolutamente impresionante. Fue un espectáculo, una explosión que estalló sobre el público. En la película, al final de la actuación de Janis, Mama Cass simplemente sacude la cabeza, se levanta y aplaude, como si preguntara: «Dios mío, ¿qué fue eso?».

No vivió lo suficiente para llegar lejos. Ella era una luz cegadora y brillante que se apagaba demasiado rápido.

Ella se mantuvo firme en su verdad personal, sin importar cuán destructiva, extraña o equivocada pudiera ser. Era una individualista absoluta en su forma de vestir, de cantar y de vivir. Amaba su whisky y no lo ocultaba. Una mujer única, sin estilistas, publicistas ni asesores de imagen. Sólo Janis.

La belleza y el poder de la cantante Janis Joplin radica en el hecho de que no tenía ningún miedo. Ella no se guardó nada. Ella superó el límite cada vez, cada vez que abrió la boca. También podría matarte cuando descubriera su corazón, como en “Me And Bobby McGee”, donde de repente viste a la niña detrás de él. Ella simplemente nunca se puso realmente feliz. No vivió lo suficiente para llegar tan lejos. Era una luz cegadora que se apagó demasiado rápido.



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