Lo que los geeks pueden aprender del deporte


Para los amantes del deporte, la Eurocopa seguida de los Juegos Olímpicos nos ha proporcionado un verano espectacular. Y para los amantes de los datos, todavía más, porque el deporte, como la vida misma, está cada vez más cuantificado, un mundo en el que las métricas se analizan minuciosamente con la esperanza de encontrar una ventaja.

Pero si bien el deporte de alto rendimiento espera aprender de los geeks, también existe la posibilidad de que estos aprendan del deporte. El deporte es mucho más limitado que la vida, lo que ayuda a los científicos sociales a buscar respuestas claras y precisas a preguntas inquietantes sobre cómo se comportan los individuos y los equipos.

El economista Ignacio Palacios-Huerta lleva muchos años sosteniendo este argumento y recientemente ha publicado un documento de trabajo titulado “The Beautiful Dataset”, en el que examina un amplio panorama de temas económicos que se han abordado utilizando datos del deporte.

Por ejemplo, los golfistas profesionales son menos precisos cuando intentan hacer birdies y eagles (mejores que el par) que cuando intentan evitar bogeys (peores que el par). Este es un ejemplo de “aversión a la pérdida”: los golfistas, como nosotros, parecen odiar las pérdidas más de lo que les gustan las ganancias. Otro ejemplo es si un mercado libre tiende a reducir la discriminación injusta. En teoría, podría hacerlo: después de todo, negarse a contratar a buenas personas por motivos de raza o género no solo es repugnante, sino un vicio caro. Pero, ¿en la práctica? Es difícil decirlo.

La historia del béisbol nos ofrece una pista: después de 1947, a los equipos de las Grandes Ligas se les permitió contratar jugadores negros. Muchos directivos desdeñaron esa idea. Los más abiertos podían contratar buenos jugadores negros a bajo precio y obtener una ventaja en la liga. ¿Lo hicieron? La respuesta, según un estudio de 1974: sí… pero con una lentitud escandalosa.

El lanzamiento de penalti en el fútbol es un gran ejemplo de la cruda simplicidad de algunas situaciones deportivas. La mayoría de los delanteros tendrán un equipo más fuerte, pero favorecerlo demasiado es volverse predecible. El delantero podría apuntar al equipo más débil en su lugar. Entonces, ¿debería apuntar a la izquierda o a la derecha? Y dado que el portero tiene que adivinar hacia dónde lanzarse, ¿hacia dónde debería ir?

La situación, sostiene Palacios-Huerta, es perfecta para poner a prueba un fundamento de la teoría de juegos: el teorema Minimax, demostrado por el brillante matemático John von Neumann en 1928. Después de analizar cientos, y luego miles, de lanzamientos de penaltis, Palacios-Huerta concluyó que tanto los delanteros como los porteros juegan de acuerdo con la estrategia óptima de la teoría de juegos, equilibrando perfectamente la ventaja de la imprevisibilidad y la ventaja de favorecer al equipo más fuerte.


Cuando escribí anteriormente sobre esta investigaciónYo bromeé diciendo que los mejores profesionales del fútbol también eran “economistas magníficos”, sugiriendo que los jugadores optimizaban intuitivamente sus tácticas. Pero puede que no haya nada intuitivo en ello; los equipos pueden –si lo desean– analizar fácilmente esas cuestiones y asesorar a sus jugadores estrella en consecuencia. (Recordemos al portero inglés Jordan Pickford, que enfrentó una tanda de penaltis con Suiza. Iba armado con una botella de agua en la que figuraba cada jugador del equipo contrario y la mejor suposición sobre cómo parar sus tiros). Los equipos que descuidan sus datos pierden.

Así, aunque Palacios-Huerta tiene razón en su orgullosa afirmación de que “estos hallazgos representan la primera vez que ambas implicaciones del teorema Minimax de von Neumann se confirman en condiciones naturales”, la palabra “natural” podría levantar una ceja. Los jugadores toman decisiones óptimas, sí, cuando reciben el apoyo de equipos de trastienda. Uno podría preguntarse si hay alguna lección más amplia que aprender de ello.

De hecho, existe la duda de si los mejores jugadores de fútbol realmente optimizan el juego. Un estudio realizado por investigadores como Michael Bar-Eli e Ilana Ritov concluyó que los porteros, contrariamente a lo que afirma la teoría de juegos, muestran un sesgo predecible en su forma de responder a los tiros penales: el sesgo de acción.

Para entender en qué consiste ese sesgo, basta pensar en lo que dejé fuera de mi análisis anterior sobre si el arquero o el delantero deberían jugar por la derecha o por la izquierda. Hay otra alternativa para cada caso: el arquero podría quedarse quieto, mientras que el delantero podría picar el balón con picardía hacia el centro del arco: el penalti “Panenka”, que lleva el nombre del checo Antonín Panenka, que ganó la final de la Eurocopa de 1976 con esa audaz técnica.

El problema es que, como delantero, si intentas hacer el truco de Panenka y el portero se queda quieto, parecerás un idiota. El portero se enfrenta a un dilema similar. Bar-Eli, Ritov y sus colegas descubrieron que los porteros lo harían mejor si se quedaran quietos más a menudo en lugar de tirarse para parecer entusiastas.

Incluso la situación más cruda, como el penalti en el fútbol, ​​es más compleja de modelar de lo que parece. ¿Es mejor suponer que cada jugador tiene dos opciones o tres? ¿Su objetivo es ganar el partido o evitar una situación embarazosa?

Tal vez la lección que se desprende de esto no sea que los jugadores profesionales optimizan o no lo hacen, sino que el deporte es menos claro de lo que parece. Como le gustaba decir al estadístico George Box, todos los modelos son erróneos, pero algunos son útiles. Un teórico de juegos podría perfectamente dar buenos consejos a un equipo que se prepara para una tanda de penaltis, pero es demasiado esperar que analice cada detalle de la situación en el campo.

Uno de los muchos placeres del deporte profesional es que nos ofrece mucho de lo que hace interesante la vida, pero en una dosis más pura y concentrada. Ése es también su atractivo para los economistas. Pero no nos engañemos. El deporte puede ser más sencillo que la vida, pero eso no es decir mucho.

El libro infantil de Tim Harford, ‘The Truth Detective’ (Wren & Rook), ya está disponible

Seguir @FTMag Para enterarte primero de nuestras últimas historias y suscribirte a nuestro podcast Vida y arte donde quiera que escuches





ttn-es-56