Lo que Estados Unidos debe hacer en relación con Irán e Israel (y lo que no debe hacer)


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El autor es consejero senior de Centerview Partners, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores y ex diplomático estadounidense.

Oriente Medio ha llegado a un punto en el que resulta cada vez más difícil —si no imposible— distinguir entre acción y reacción.

Tras lo que casi con certeza fue un ataque erróneo de Hezbolá contra una aldea drusa en los Altos del Golán ocupados la semana pasada, Israel respondió con un ataque aéreo que mató a un alto comandante de Hezbolá. Luego vino el asesinato en Irán de Ismail Haniyeh, el líder político de Hamás y su principal negociador en las conversaciones de alto el fuego en Gaza. Días antes, también hubo un intercambio militar entre Israel y los hutíes, una tercera organización respaldada por Irán.

Todo esto después de meses de intercambios militares a lo largo de la frontera entre Israel y el Líbano que han obligado a evacuar de sus hogares a unos 60.000 israelíes y al menos otros tantos libaneses.

La pregunta es ¿qué viene después? ¿Y qué debería hacer Estados Unidos al respecto?

Es difícil imaginar que las conversaciones sobre Gaza tengan éxito en este momento. Incluso antes de los asesinatos, las dos partes no se ponían de acuerdo sobre el alcance de cualquier cese de las hostilidades o sobre la aceptabilidad de la continua presencia militar israelí en Gaza. Es muy posible que lo máximo que se pueda lograr por ahora sea que el conflicto continúe en Gaza, pero con una intensidad mucho menor.

No está claro si se puede evitar una escalada masiva entre Israel y Hezbolá. Una pregunta aún más importante es si se puede prevenir un conflicto directo entre Israel e Irán. Los dos países se salvaron por poco de entrar en guerra en abril cuando, tras otro asesinato israelí, Irán atacó territorio israelí con más de 300 drones y misiles. Israel –en gran parte a instancias de Estados Unidos– optó por una respuesta mesurada que parecía diseñada para demostrar su capacidad de penetrar las defensas iraníes en lugar de causar daños significativos.

Una pregunta crítica ahora puede ser qué puede hacer Estados Unidos para calmar las cosas. A pesar de todo su poder, la influencia estadounidense es decididamente limitada, pero limitada no es lo mismo que inexistente.

Washington debería centrarse en cuatro aspectos. En primer lugar, el gobierno de Biden no debería dar marcha atrás en sus llamamientos a un alto el fuego en Gaza. Obviamente, lograrlo será más difícil que nunca, pero Israel cada vez carece más de una justificación militar para continuar la guerra. También tiene un incentivo renovado para reorientar sus tropas y equipos hacia otros frentes, y existe una importante presión interna para lograr la liberación de sus rehenes. De modo que el esfuerzo no sería inútil.

En segundo lugar, Estados Unidos debería presionar a Israel para que se mantenga abierto a un enfoque diplomático de la situación en el sur del Líbano. Es difícil ver cómo una guerra con Hezbolá dejaría a Israel en mejor situación, dados los más de 100.000 cohetes de que dispone el arsenal de Hezbolá, cohetes capaces de alcanzar centros de población israelíes y dañar gravemente su ya debilitada economía. Mientras tanto, la historia demuestra que es poco probable que una ocupación israelí en el Líbano dé resultados positivos. El objetivo debería ser hacer posible que los residentes del norte de Israel regresen a sus hogares. Tal vez sea posible una cierta retirada mutua de fuerzas.

En tercer lugar, es inevitable que Irán responda a la humillación que supuso el asesinato de Haniyeh en su territorio, apenas horas después de que se reuniera con el nuevo presidente y líder supremo del país. Tiene sentido presionar a China (que depende significativamente del petróleo iraní) para que intervenga y fomente una respuesta limitada por parte de Irán. Luego, como en abril, Estados Unidos podría abogar por una respuesta limitada por parte de Israel.

En cuarto lugar, Estados Unidos no debe renunciar al objetivo más amplio y de más largo plazo de generar una alternativa política a Hamás, una alternativa que esté dispuesta a abordar objetivos políticos palestinos razonables y a vivir en paz con Israel. Arabia Saudita sigue siendo un socio natural en este aspecto. Su disposición a normalizar las relaciones con Israel podría tener un impacto real en el debate político israelí.

También hay algo que Estados Unidos debería evitar hacer: habrá quienes argumenten que Washington debería cortar el suministro de armas a Israel. Sin duda, había razones de peso para negar las municiones selectivas que causan numerosas víctimas civiles en Gaza. También se podría argumentar a favor de sanciones políticas y económicas relacionadas con la actividad de asentamientos israelíes. Y hay más que pocas razones para sentirse frustrado con el Primer Ministro Benjamin Netanyahu, que no alertó a Estados Unidos antes del asesinato de Haniyeh a pesar de su papel central en el esfuerzo por negociar un alto el fuego y la devolución de los rehenes.

Pero ahora la atención se ha desplazado desde Gaza (donde las operaciones militares han disminuido desde su pico invernal) hacia la reducción de la posibilidad de que se abran nuevos frentes importantes entre Israel y Hezbolá o Israel e Irán. En este contexto modificado, es fundamental que Irán comprenda que el respaldo estadounidense a Israel es fuerte y que una escalada armada de su parte, o de la de sus aliados, no logrará los fines deseados.

Un último punto. También existe la posibilidad de que el suministro de armas a Israel pueda aumentar la influencia de Estados Unidos sobre el modo en que las utiliza. El gobierno de Biden se ha mostrado reacio a seguir ese camino durante la crisis de Gaza y, en gran medida, ha mirado para otro lado cuando Israel tomó medidas contrarias a los intereses de Estados Unidos (y, en ocasiones, podría decirse, a los suyos propios). Estados Unidos tal vez quiera reconsiderar esta posición, dado que pronto podría encontrarse apoyando otra guerra, o incluso combatiendo en una, en un momento en que ya está al límite de sus posibilidades.



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