6.
«Crecí en una cultura religiosa estricta y creía que el sexo antes del matrimonio era un gran pecado. Así que me casé a los 20 años con un hombre que, en retrospectiva, me bombardeaba con amor y pretendía ser la persona que él pensaba que yo quería que fuera. Con el paso de los años, me di cuenta de que él en realidad no quería una pareja igualitaria ni siquiera tener una relación real conmigo. Él solo quería una esposa trofeo que cuidara de los niños, el perro y la casa para poder hacer lo que quisiera. Me mantuve firme durante mucho tiempo porque creía que estaría desobedeciendo a Dios si me divorciaba de él. Él pensaba que en realidad no tenía que hacer ningún esfuerzo porque se había casado con una buena jovencita cristiana que nunca se divorciaría, pase lo que pase».
«Ahora que salí del armario, veo que él era emocionalmente abusivo, narcisista y que borraba sistemáticamente mi personalidad. Cada vez que yo tenía una opinión que no era la suya, él decía que yo era una esposa irrespetuosa».
—41, Canadá