Durante cinco tardes y noches, decenas de voluntarios se apresuraron a distribuir los cuarenta productos diferentes en 313 (!) bolsas: una bolsa para cada niño. Los voluntarios lo manejaron inteligentemente: primero una clase, luego la siguiente. Cada uno caminaba detrás de otro con un producto diferente para meterlo en las bolsas, con los artículos más pesados en el fondo.
“Fue un espectáculo divertido”, dice José. “Y muy agradable: caminar de un lado a otro y reírse. Ellos están contentos y nosotros también estamos contentos de haber podido ayudar”.
Cargando con las bolsas de la compra
Entonces se presentó el siguiente desafío: las bolsas, de 21 kilogramos cada una, debían ser transportadas a la escuela. Los voluntarios lucharon por subir las bolsas a sus coches y se dirigieron a la escuela. “Eso era imposible”, dice Silvia Landsmeer, empleada de la escuela. Por eso los bomberos acudieron al rescate. Pusieron a disposición un camión de bomberos para transportar una gran parte de las bolsas en carros rodantes. Una vez en la escuela, hubo que descargar nuevamente estas bolsas.
Los empleados de la escuela no se habían dado cuenta de antemano de cuánta organización se necesitaba para implementar correctamente este proyecto, pero están contentos de haberlo logrado. En los últimos días, los estudiantes y sus padres pudieron recoger las bolsas. “Están muy emocionados y felices con lo que obtienen”.
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