La producción “on demand”, un instrumento para una industria por fin más personalizada y responsable


¿Y si la era de la producción en masa estuviera llegando a su fin? Respondiendo tanto a las necesidades de personalización del consumidor como a los imperativos medioambientales, la producción bajo demanda está ganando terreno en todos los sectores: aeronáutica, objetos conectados, textil, etc. El éxito de este modo de producción demuestra la madurez de una clientela dispuesta a consumir menos, pero mejor.

Personalización. Flexibilidad. Eficiencia. Éstas son, hoy en día, las necesidades de los clientes, ya sean particulares o empresas. Un tríptico que sirve como Santo Grial para empresas, de todos los sectores y tamaños combinados; y que se impone con mayor fuerza aún entre los actores de una industria manufacturera en perpetuo cambio. Pero no se puede decretar que se haga a la medida. Sin duda, los avances en las tecnologías digitales (impresión 3D, ayuda de la inteligencia artificial (IA) en el diseño industrial, etc.) – permitir una mayor capacidad de respuesta, una personalización cada vez más precisa de los productos y su llegada cada vez más rápida al mercado. Pero a la industria le espera un cambio de paradigma mucho más radical. Desde hace varios años se ha establecido el nuevo estándar del “on demand”, o producción bajo demanda. Una estrategia de producción que tiene como objetivo producir únicamente, en tiempo real, en respuesta a pedidos anteriores de los clientes. A diferencia, por tanto, de la producción en masa clásica, durante la cual los bienes se producen, distribuyen y almacenan en grandes cantidades, sin tener en cuenta la realidad de la demanda futura de esos mismos bienes.

Las ventajas de este modelo son obvias. Al producir únicamente productos ya pedidos por los clientes, no hay necesidad de almacenar grandes cantidades de productos. Sin sobreproducción ni escasez de stock: los costes y riesgos vinculados a la gestión de inventarios desaparecen. Y el desperdicio causado por la destrucción del exceso de inventario es cosa del pasado. Más eficiente en términos de recursos, la producción bajo demanda también es más respetuosa con el medio ambiente. Pero fabricar bajo demanda también significa fabricar menos, más rápido y de forma más flexible. Producir “bajo demanda” significa finalmente poder personalizar, a veces al extremo, productos muy diferenciadores y por tanto muy competitivos. Todo ello apoyándose en nuevas tecnologías, recopilación y análisis de datos, junto con la IA para optimizar los procesos de producción y mejorar continuamente la calidad del producto.

Estas industrias que se están convirtiendo a «bajo demanda»

En la industria, el movimiento “on demand” es global, incluso si los actores avanzan en orden disperso. La aeronáutica, un sector caracterizado por la longitud de sus ciclos de producción, se ve doblemente afectada por este enfoque: porque los fabricantes de aviones siempre han fabricado únicamente dispositivos que ya fueron encargados por sus clientes; pero también porque la lógica “impulsada por la demanda” es particularmente adecuada para un sector que depende de la capacidad de respuesta de cientos de subcontratistas. A menudo hiperespecializadas, estas pymes de vanguardia producen un gran número de referencias, pero en cantidades muy pequeñas y en régimen de tirón: un modelo que se adapta especialmente bien a la producción de repuestos aeronáuticos.

Lo mismo ocurre con la electrónica y los servicios vinculados a los objetos conectados, con la implantación de pequeñas producciones que permiten apuntar a nichos de mercado de alto valor añadido, como los de las personas mayores, con relojes conectados lejos de la producción en masa de Apple y Samsung. Misma estrategia entre las empresas que desarrollan soluciones de seguridad para trabajadores aislados, que implementan productos personalizados.

Otro sector donde la producción bajo demanda representa un activo real: el de los textiles y la confección. En las antípodas de los excesos de la “moda rápida” y sus montañas de productos sin vender, las empresas de “moda bajo demanda” están reinventando un modelo que antes era sinónimo de desperdicio y contaminación. Al centrarse en la microproducción y fabricar únicamente los modelos preferidos por los clientes, empresas como Shein logran encarnar una moda más virtuosa, menos vertical y casi libre de la eterna cuestión de las existencias no vendidas. Un modelo de cadena de suministro ágil y basado en tecnología que analiza las demandas del mercado en tiempo real para predecir las ventas. Como resumió el presidente ejecutivo del grupo, Donald Tang, en las columnas de Le Figaro, “producimos lo que la gente quiere usar y no lo que queremos que usen”.

“Moda on demand”, un instrumento para una moda más responsable

Conozca siempre mejor a sus clientes, reduzca la sobreproducción utilizando las demandas reales del mercado para predecir las ventas y controlar la producción. Anticípese mejor a sus solicitudes para personalizar la oferta. El modelo “bajo demanda” está, en última instancia, muy en sintonía con nuestros tiempos. En la industria farmacéutica, la producción bajo demanda permite imaginar tratamientos a medida; adaptados, por ejemplo, al perfil genético de cada paciente, maximizando los beneficios terapéuticos y reduciendo los efectos secundarios. También en la indumentaria estas estrategias abren posibilidades, ya sea adaptando estilos a todos los tipos de cuerpo o incluso invirtiendo en nichos de mercado. Pero son sus ventajas ecológicas las que, por encima de todas las demás consideraciones, hacen de la producción bajo demanda un modelo para el futuro, mientras que la industria textil emite 4 mil millones de toneladas de CO2 al año, o el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). ).



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