“La gente se aprovechó de mí durante ese tiempo”: la actriz estadounidense perdió su dinero durante sus años de recuperación.
Sharon Stone sufrió un derrame cerebral en 2001, que la dejó con una hemorragia cerebral durante nueve días. En un procedimiento posterior, al hombre de 66 años le insertaron casi dos docenas de espirales de platino para estabilizar la arteria rota. Esto no sólo les provocó efectos secundarios, sino que también les costó mucho dinero.
Sharon Stone tenía una cuenta bancaria vacía
Como dijo Sharon Stone a The Hollywood Reporter, se le dio un uno por ciento de posibilidades de sobrevivir después de su derrame cerebral. Aunque, contrariamente a lo esperado, lo logró, tuvo que pasar los siguientes ocho meses en cama y, según sus propias declaraciones, necesitó siete años completos para recuperarse. Sin embargo, mientras recuperaba su salud, perdió 18 millones de dólares: “La gente se aprovechó de mí”. Ahorró la suma, pero después de recuperarse “no tenía dinero”: “Había ahorrado 18 millones de dólares porque tuve mucho éxito, pero cuando volví a mirar mi cuenta bancaria, ya no estaba todo. Mi nevera, mi teléfono… todo estaba a nombre de otras personas”. No explica exactamente qué quiere decir con esto, pero es posible que un tutor tuviera acceso a su dinero durante su enfermedad o que los costos del tratamiento fueran pagados por él.
El derrame cerebral cambió su vida
La experiencia causó algunos trastornos no sólo económicos, sino también en términos de salud: “Durante nueve días sangré en mi cerebro, por lo que mi cerebro fue empujado hacia el frente de mi cara. Ya no estaba en mi cabeza donde estaba antes. Y mientras eso sucedía, todo cambió. Mi sentido del olfato, mi vista, mi sentido del tacto. No pude leer durante algunos años. Las cosas se estiraron y vi patrones de colores. Mucha gente pensó que iba a morir”, explicó la actriz.
Sin embargo, no se dejó desanimar mentalmente. En cambio, Sharon Stone ahora quiere centrarse en el lado positivo de la vida: “Decidí permanecer presente y dejarlo ir. Decidí no aferrarme a la enfermedad ni a la amargura o la ira. Cuando muerdes la semilla de la amargura, ésta nunca te abandona. Pero si te aferras a tu fe, incluso si esa fe es sólo del tamaño de una semilla de mostaza, sobrevivirás. Por eso ahora vivo con alegría. Vivo por un objetivo”.