Arte pop elegante que explora cómo nos relacionamos con el amor y la confianza.
Como de costumbre, Cassandra Jenkins inicialmente grabó sola las canciones de su tercer álbum MY LIGHT, MY DESTROYER. Pero estas demos sirvieron menos como base para las canciones finales. Más bien, el neoyorquino pensó en qué amigos del estudio podrían aportar qué elementos a estos temas. “Delphinium Blue”, por ejemplo, que lleva el nombre del delfinio de flores azules, evocaba a Spencer Zahn y su bajo sin trastes, empujando la fantástica canción pop new-age hacia Japón.
El indie rock de ensueño de “Petco” requería una segunda voz ruidosa y aguda, por lo que sólo la compositora Katie von Schleicher fue cuestionada. Para la grabación de la pieza de pop rock lista para radio “Clams Casino”, que trata sobre la vida en gira, era importante que el estudio estuviera lleno con muchos invitados, para evitar que la canción se convirtiera en una mirada al ombligo de un individuo, sino más bien en un mensaje revelador. de una experiencia colectiva.
El resultado de las colaboraciones específicas: MY LIGHT, MY DESTROYER es el álbum más cosmopolita del cantante y compositor hasta la fecha. La impresión se ve reforzada por diversas grabaciones de campo. A veces escuchamos a su madre interesada en el cosmos, a veces a dos azafatas: Jenkins tiene su oído en todas partes. A pesar de toda la variedad: la mayor fortaleza de Cassandra Jenkins siguen siendo canciones art pop como “Only One” u “Omakase” (en los restaurantes de sushi de EE. UU., el término para dejar que el chef diseñe los platos), que exploran de la manera más elegante imaginable cómo nos relacionamos con amor y confianza, y qué tiene que ver la luz con la destrucción.
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