A 2.000 metros de altitud, en una zona completamente desierta de Canadá, un flamenco occidental extrae oro. “Jugar al fútbol era demasiado aburrido”, afirma Mathieu De Baere (41). En su hangar: una grúa de jardín pintada de oro. En sus manos: pepitas de oro, que desentierra en su propia tierra seis meses al año. “Me llaman el belga loco en Canadá. Pero ya soy el quinto buscador de oro de la zona”.
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