bip bip

En un día frío y húmedo, llego al supermercado entumecido. Frente a mí, en la caja registradora, hay un hombre con medio bizcocho de chocolate y un cartón de zumo. 2,78 euros, dice el joven cajero. Suena un pitido, «sin saldo». El hombre no parece sorprendido, acepta con resignación su destino y sale. Luego, la niña toma su teléfono y lo sostiene frente a la máquina PIN. Suena un bip-bip y luego corre tras el hombre para darle la compra. «¡Que dulce!» Le exclamo a su colega. “Bienvenidos al Albert Heijn Westermarkt”, dice con una sonrisa. Salgo del edificio calentito.

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