Al final, Schutrups se dio cuenta de que se trataba de una batalla contra viento y marea. “Yo lo gano con centavos y tú lo gastas con miles. Tienes que guardar muchos cartones de leche para pagarlo todo. Si sumas y restas todo, casi estás trabajando por nada”.
Schutrups no quiso tirar la toalla inmediatamente. “Siempre piensas que las cosas mejorarán. Habrá otro momento. Pero no volverá a suceder”. En un momento se sentó con el contador. “No me dijo que parara. Pero sí dijo: sé prudente”. Hace dos semanas tomó la decisión. Sus clientes ya han sido informados.
Hoy realiza otra gira por la región, esta vez visita Exloo. Cuando llega a Gea Hulshof, la bocina suena fuerte. Gea ya llega allí, con un regalo envuelto. “Después de 18 años, esto ya no es apropiado”, afirma. “Me ahorra un largo camino. El contacto siempre ha sido bueno y agradable. Creo que es una pena, pero entiendo su elección”. Schutrups, visiblemente emocionado, acepta el regalo con gratitud. Harm Meringa, otro cliente, está tomando una taza de café. Meringa también piensa que es una pena. “Era el único con quien hacía mis compras”.
Schutrups está un poco aturdido por todas esas palabras de elogio. “Lo voy a extrañar mucho. Siempre reí, grité y rugí. Siempre locura en ese carrito”. Después de Nochevieja se centra en sus otros dos sectores: la restauración y el servicio de comidas. En este último papel regresa a los hogares de las personas. Aunque será diferente, Schutrups está contento con ello. “Sin él, terminaría en un agujero negro”.