Más allá del Muro de Berlín. Cuando el fútbol era un asunto de régimen

Rusia, Rumania, Polonia, Bulgaria, Hungría: en los años en que reinaba el modelo comunista, en Oriente el talento individual estaba enjaulado en nombre de lo colectivo y cada victoria se transformaba en una exaltación del poder.

Más que un invento, esta es la historia de un modelo. El modelo del fútbol oriental. ¿Qué era? ¿Cuándo y cómo se desarrolló? ¿Cuáles fueron los equipos que, más que otros, llevaron adelante la idea? ¿Qué técnicos supieron imponerse y garantizar una evolución para todo el entorno? ¿Fueron defensivos u ofensivos? Básicamente, ¿cómo se jugaba al fútbol más allá del Muro de Berlín? Las respuestas requieren un largo viaje por el camino de la memoria y un análisis cuidadoso del fenómeno deportivo en el universo comunista. Jugar al fútbol en Moscú o Bucarest, en Praga o Budapest, en Varsovia o Sofía, en la época de la Guerra Fría, era un asunto que implicaba también cuestiones políticas. Los jugadores estaban regimientos, formaban parte del ejército o de la policía. Su misión era ganar en nombre del pueblo y del Estado, para mostrar a Occidente que sus métodos y cualidades eran superiores. Cualquier acontecimiento, cualquier partido se vivía como si fuera un duelo entre dos filosofías opuestas, y es desde esta perspectiva que hay que mirar la realidad si se quiere entender qué era el fútbol en la época de la hoz y el martillo. El atletismo exasperado y las rígidas disposiciones tácticas que mostraron los equipos del Este son cualidades que encontramos frecuentemente hoy en día, cuando falta a nivel técnico (porque ya no queda nadie en las categorías inferiores, que enseñe a los niños a bloquear o a para patear la pelota) intentamos compensarlo con carrera, con una velocidad frenética y con una visión del partido muy similar a un desafío de ajedrez. Yo muevo este peón, tú avanzas con la torre, yo respondo con el alfil, etcétera. ¿Pero adónde se ha ido la fantasía?



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