Sobre la niebla gris de la llovizna y ese hermoso día | columna Maaike Borst

Ese día, cuando brillaba el sol, caminamos alrededor del lago. “¡Blubsie!”, gritaba el más joven cada vez que el camino se volvía negro e intransitable.

Arena, agua y un palo: eso es todo lo que un niño necesita.

Caminamos detrás de él y lo contemplamos todo: las hojas descoloridas, las aves acuáticas, las setas, el sinuoso sendero del bosque y especialmente esa cálida luz entre los árboles. No tuvimos que buscar refugio, sólo tener cuidado de no resbalar en el barro.

Mi hermano acababa de regresar de Estados Unidos y me habló de la primera lluvia después de un largo período de sequía en Knoxville. Los senderos de la montaña instantáneamente se volvieron resbaladizos. Tuvo que agarrarse a ramas y arbustos, de lo contrario no se habría mantenido erguido.

Mi prima me contó que en su escuela local (‘justo en frente del cobertizo para bicicletas’) a veces el viento puede soplar tan fuerte que piensas que nunca volverás a casa (‘pero resulta que está bien’).

El clima es algo extraño.

Pensé en cómo había nadado en este lago escondido a finales del verano: solo y eufórico. Entre semana nadie venía, el agua estaba clara y fresca. Una inmersión y estabas lejos de todo. Ese sentimiento había desaparecido últimamente en una llovizna gris, pero ese era el único día en que brillaba el sol.

“¡Blubsie!”, gritó el más joven y agitó su bastón.

La paseante que nos recibió agarró a su perro por el collar como medida de precaución. Mi primo recordó el miedo que le tenía a los perros (‘incluso a esos pequeños y peludos’). Ahora es alto y tranquilo y el gran héroe de mi hijo menor.

En este hermoso domingo de otoño, no estábamos solos en el lago. Una familia jugaba al escondite detrás de los árboles, los niños gritaban a la orilla del agua y paseaban a los perros. Todos parecían felices.

Fue el primer día seco después de un largo período de lluvia. También era el único: mañana volvería a estar mojado. El sol no brillaba lo suficiente como para secar el barro, no hacía suficiente calor para ir a nadar, no permanecía el tiempo suficiente para salir de la llovizna.

Podrías resbalarte en uno de esos días. Sabíamos nuevamente lo que nos estábamos perdiendo.



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