Primero la final, luego el adiós a la selección: destino sellado para los entrenadores All Blacks-Springboks

El neozelandés Ian Foster fue suspendido hace 6 meses, el sudafricano Jacques Nienaber quiere volver a ser diputado. Dos historias contrastantes de quienes juegan un Mundial antes de partir

All Blacks y Sudáfrica, Ian Foster y Jacques Nienaber: los dos entrenadores que disputarán el Mundial el sábado no podrían tener historias más diferentes. El primero ha pasado por 3 años de infierno: un balance negativo de victorias (antes del mundial estaba por debajo del 69%, nunca tan mal desde 1995), críticas de todas partes, perpetuamente en la parrilla y maletas hechas desde principios de año. . Al segundo, en cambio, le encanta trabajar en la sombra, fue durante años adjunto de Erasmus y después del Mundial volverá a ser el segundo, en el banquillo del fortísimo Leinster. Tienen una cosa en común: ambos odian ser el centro de atención, por diferentes razones. Foster porque a su pesar lleva 3 años en esto, Nienaber porque así es. Pase lo que pase, para los dos equipos más fuertes del mundo -y para sus entrenadores- será el fin de una era.

Foster y la crisis de los All Blacks

Los All Blacks de Ian Foster nunca despegan del todo, pero alcanzan su punto más bajo en 2022. En verano pierden la serie contra Irlanda, y la prensa neozelandesa titula: “Ian Foster colecciona derrotas como pegatinas”, luego, en agosto, l’Argentina vence Christchurch y gana por primera vez en su historia en casa de los All Blacks (en 2020 sucedió en Australia, en campo neutral) y la derrota desata una ola de críticas y odio hacia el técnico por parte de prensa y aficionados. Se trata de ataques e insultos personales, hasta el punto que Julian Savea – hermano del vicecapitán Ardie y ex extremo de los All Blacks – espeta: “Al leer ciertas cosas me avergoncé de la forma en que Nueva Zelanda trataba a un ser humano”. Foster bromea: “Se me está cayendo el pelo por culpa de los All Blacks”. Como siempre sucede en estos casos, los neozelandeses se acurrucan, se reagrupan y finalmente se llevan a casa el Campeonato de Rugby. La banca de Foster está a salvo, pero está claro que sus días están contados. La Federación Neozelandesa ya ha identificado a su sucesor para el post-Mundial: se trata de Scott Robertson, que lo ganó todo con los Crusaders.

el rescate

A pesar de los problemas, el año 2023 de Nueva Zelanda parece transcurrir sobre ruedas, pero el peor golpe llega en el “ensayo general” del Mundial: los All Blacks pierden 35-7 contra Sudáfrica en Twickenham, la peor derrota de su historia. A estas alturas ya nadie da crédito al equipo de Foster, que también perdió en su debut mundial contra Francia, pasó por una clara superioridad sobre Italia pero en cuartos de final encontró a Irlanda primera en la clasificación. Parece terminado, pero los All Blacks hacen el mejor partido de la era Foster, van más allá de sus límites y eliminan a los favoritos irlandeses. El equipo encuentra una confianza que nunca había tenido en años anteriores, en la semifinal venció a Argentina y ganó la final. Pase lo que pase, Ian Foster se ha vengado, ha limpiado su imagen y saldrá del banquillo de los All Blacks con la frente en alto.

Nienaber: el hombre detrás de escena

Por otro lado, sin embargo, hay un hombre al que realmente no le gusta ser el centro de atención. Se trata de Jacques Nienaber, la mano derecha de Rassie Erasmus durante años, que se convirtió en el entrenador en jefe tras la victoria en el Mundial de 2019. El exjefe siempre está ahí como director de rugby, es el centro de atención, causa polémica, sobre todo le quita presión a su colega, quien en cambio sale al campo y trabaja en silencio. Nienaber es querido por todos los jugadores: el capitán Kolisi lo adora, hasta el punto de decir: “Me encanta trabajar con él incluso cuando me deja afuera o me reemplaza, porque siempre es honesto”. Es Nienaber quien este verano propinó a los All Blacks la peor derrota de su historia, y al final de la semifinal mundial contra Inglaterra, mientras toda la plantilla se abrazaba y enloquecía de alegría, él permaneció sentado, con su manos en su rostro para cubrir las lágrimas de alegría. Él es así, no le gusta ser el centro de atención, y por eso después de la final irá a Leinster, uno de los equipos más fuertes del mundo, para ser entrenador asistente, trabajar entre bastidores como siempre lo ha hecho. . Pero en París, al menos por una noche, todas las miradas estarán puestas en él, porque bajo su dirección Sudáfrica disputará el cuarto Mundial de su historia.



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