„Mi objetivo es encontrar un equilibrio”, suena hacia el final de El acto de equilibrio. La voz sonora pertenece a la coreógrafa Ann Van den Broek, quien graba gran parte de la voz en off. En su nueva coreografía, tras un período de investigación sobre emociones extremas como la pérdida, la tristeza profunda y la alegría exuberante. La trilogía de la pérdida de memoria, Ohm y Alegría Disfruta la Alegría, en busca del equilibrio. Quien piense que esto dará como resultado una especie de sesión de yoga armoniosa, aún no conoce a Van den Broek.
El viaje emocional de cinco hombres y tres mujeres se desarrolla en un entorno en el que Van den Broek lleva trabajando algún tiempo. Suelo clínicamente blanco, coronado por un marco de luz LED blanca y un juego de pedales en los cuatro lados iguales con los que los bailarines controlan el volumen y la intensidad del paisaje sonoro de Nicolas Rombouts y el diseño de iluminación de Bernie van Velzen. Una “caja” rectangular sobre el suelo funciona como pantalla de proyección para las grabaciones en directo.
El acto de equilibrio es un pasaje a través de grandes extremos, donde el público es arrastrado por un camino sinuoso donde el miedo sigue a la incertidumbre, la alegría sigue a la desesperación, la duda sigue a la impaciencia, con a veces un vislumbre de paz mental, conexión y paz. Por supuesto, nunca pasa mucho tiempo antes de que los bailarines vuelvan a realizar un patrón de pasos rítmicos y repetitivos con intensidad neurótica o hagan gestos reconocibles de irritación e incertidumbre en una secuencia grupal sincrónica; una frase que evoca asociaciones con la famosa coreografía Rosas danst Rosas Por Anne Teresa De Keersmaeker.
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Controlar
Cuando los bailarines se tambalean literalmente en el borde de la superficie de actuación, agitando frenéticamente los brazos para evitar caerse, parece fuera de control, pero Van den Broek tiene firmemente el control. A ella le gusta el control. Todo apunta a ello en el lenguaje del movimiento que ha desarrollado durante las últimas dos décadas. También aquí se deja ver el estilo que ella misma ha bautizado ‘minimalismo emocional’, con gestos y pasos a menudo intensos, elegantes y medidos con un alto grado de claridad en diseño, concepto y temática.
Esta necesidad de control crea un marco claro para las emociones que los bailarines ocasionalmente muestran con toda intensidad en primeros planos para la cámara, ligeramente locos (Nik Rajšek), furiosos (Anthony van Gog) o llorando (Marion Bosetti). Los textos de las camisetas que emergen de debajo de la ropa también expresan diferentes estados de ánimo: “Cómo está mi aliento”, “Es un juego mental”, “Haz espacio” y, una perogrullada: “Fracasarás una y otra vez”.
Porque aunque todas las partes fluyen juntas y los brazos se abrazan, en Van den Broek es precisamente el desequilibrio lo que pone todo en movimiento. Como resultado, sus coreografías siempre requieren una inversión emocional por parte del espectador, que ella hace El acto de equilibrio cerca de la superficie de juego. Como resultado, no hay forma de escapar de la condición demasiado humana de Van den Broek.