9 de diciembre | columna Daniël Lohues

Cuando era pequeño, siempre me ponía un poco triste cuando Sinterklaas volvía a España. ‘Hello Sinterklaasje, daahag, daahag’ puede ser una melodía alegre, pero todavía me resultaba doloroso escucharla y cantarla era difícil. Había sido tan lindo y emocionante. Coloca el zapato en la semana anterior al 5 de diciembre. Agrega zanahorias de invierno para el caballo. Un poco de heno también. Y luego enloquecer a la mañana siguiente porque la zanahoria se había acabado y había algo sabroso en el zapato. Quizás me alegré aún más con la prueba de que Sinterklaas realmente había venido hasta nuestra casa que con una rana de azúcar y unas nueces de jengibre. Y aún faltaba la noche de Sinterklaas. Hermoso. Esas canciones y la inquietud. Pero luego llegó la despedida de Sinterklaas. Regresó a España. No siempre puede ser una fiesta, nos enseñaron.

Los sábados por la mañana solía ir con mi madre a ver a mis abuelos. Mamá se ponía los rulos en casa de la abuela. También estuvimos allí un sábado después del 5 de diciembre. El abuelo y la abuela me preguntaron si había recibido un bonito regalo de Sinterklaas. El abuelo dijo que sólo tenía una bolsa de sal. Y que estaba muy feliz de no haber tenido que ir a España en el bolso. Yo también estaba muy feliz por eso. El abuelo fue muy dulce.

Empecé a pensar. ¿Y si no fuera amable durante un año? Ten la boca grande. Romper cosas. Coloque una chincheta en la silla del profesor. Ese trabajo. Quizás el año que viene me llevarían en una bolsa a España. Debe haber sido muy hermoso allí. Y tal vez podría ayudar a Santa a escribir poemas.

Resulta que no fui lo suficientemente travieso. Al año siguiente recibí otro regalo y ni siquiera una bolsa de sal. Un año después supimos en clase que Sinterklaas no existía en absoluto. Eso fue un duro golpe. Realmente lo creí. Le pregunté si Jesús y Dios también eran ficticios. No se me permitió decir eso. Por supuesto que eran reales.

Ahora es otro sábado después del 5 de diciembre. Muchas cosas han desaparecido para siempre. Muchas cosas ocuparon su lugar. Cosas hermosas. Cosas malas. Afortunadamente, se acerca la Navidad. Un partido que siempre te puede emocionar, sin necesariamente tener que creer en nada.



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