El problema no es la existencia de empleos minoristas; es la forma en que las empresas tratan a sus empleados. “Mi abuela trabajó en JCPenney en los años 90; le ENCANTÓ”, me dice Kate. En aquel entonces, dice Kate, los empleados no sólo tenían mejores salarios, sino también mejores horarios y beneficios que hoy.
“Es diferente ver a personas de mediana edad y mayores trabajando en estos trabajos. [today]”, dice Kate. Mejores beneficios, horas y salarios “traen [employees] a cierto estado de ánimo en [their] trabajo”, y cuando se reducen, dice, los empleados “no tienen la misma capacidad de servicio al cliente de calidad”. No es su culpa, subraya, es de sus empresas.