El jueves es el cumpleaños del campeón holandés que hizo grande al Milán. Un arco iris, hermoso, pero demasiado rápido.
El jueves, entre las bromas de Halloween más impresionantes, también estará el 60 cumpleaños de Marco Van Basten. Quizás sea porque no le hemos visto envejecer sobre el terreno de juego e instintivamente lo combinamos con una idea de eterna juventud, como James Dean, como Marilyn, pero imaginar al Cisne apagando 60 velas es impresionante. Los héroes deben morir jóvenes, decían los griegos. A Marco le pasó, deportivamente hablando. Dos días antes de la tarta, el martes, se disputará el Milán-Nápoles, casi un regalo, una ayuda para los buenos recuerdos. San Paolo, 1 de mayo de 1988, primer año de la era sacquiana: Napoli-Milán 2-3. Van Basten, que se había perdido seis meses por lesión, tuvo tiempo de poner la guinda al campeonato marcando el tercer gol, del chocolate de Gullit. Pero el partido de la primera ronda también fue significativo: Milán-Napoli 4-1. Para Arrigo Sacchi, una de las mejores actuaciones de su historia en Milán; una de las primeras epifanías del equipo que se convertiría en Inmortal. En la grada también estaba Van Basten, que regresaba de un largo periodo de tratamiento en Holanda. Como explicó Sacchi: “Si le tenían que quitar un callo, regresaba a su país. Nos consideraba al revés. Le repetí: Marco, recuerda que cuando ganamos los títulos mundiales, todavía estabas bajo el agua”.