18 niñeras actuales y anteriores de familias ricas hablan abiertamente sobre las duras realidades de sus trabajos


17.

“La familia tenía dos niños (de 9 y 10 años) a los que llegué a querer porque eran muy parecidos a mis propios hijos adultos a esa edad. Su madre murió cuando eran unos niños pequeños. Tuvieron una sucesión de niñeras antes y después de mí. El más pequeño una vez me preguntó si podía llamarme mamá. Pensé que sería mejor que guardara ese título para su madrastra. El padre y la madrastra tuvieron un bebé al que cuidé desde que tenía unos días. Este fue el primer matrimonio para la madrastra y su primer hijo (ella fue madre más tarde en la vida). Cuidé de los niños las 24 horas del día, cinco días a la semana. El bebé dormía en mi habitación. Ambos padres viajaban con frecuencia por sus trabajos, así que la mayoría de las veces éramos solo los niños y yo. La madre me dio dulces de Navidad regalados como mi regalo de Navidad. Me daban una asignación semanal para comestibles y a menudo me quedaba dinero para la semana siguiente. Los niños disfrutaban muchísimo de nuestras comidas juntos. A veces, hacíamos una comida temática para divertirnos”.

“Una vez escuché una conversación entre los padres. Ninguno de los dos podía creer las comidas deliciosas que yo preparaba para los niños con el presupuesto que ellos me proporcionaban. Cuando él no estaba de viaje, el padre llegaba temprano a casa para participar en las comidas caseras. Cuando él estaba en la ciudad, yo preparaba la cena antes de lo habitual. A veces los niños preguntaban por qué cenábamos temprano y yo les daba una explicación razonable. Limpiaba la cocina cuando llegaba el padre porque no quería comer con una actitud controladora y superior. El tiempo que los niños pasaban con sus padres estaba regimentado y, después de criar con éxito a dos hijos míos, les permití cierta libertad, como estar en la cocina y hacer los deberes mientras yo preparaba la cena. Mientras tanto, el bebé estaba en la sillita para bebés y observaba toda la actividad que se desarrollaba.

A veces, los niños cantaban y yo bailaba con el bebé. Siempre fueron buenos estudiantes y se desarrollaban en un ambiente más “familiar”. Esto se convirtió en un problema cuando la madre y yo no estábamos de acuerdo en quitarle un privilegio a uno de los niños. Le pregunté: “¿Cuándo les dejarás ser niños?”. Dejé un pedazo de mi corazón cuando me fui. El servicio de niñera me confió que creían que la madrastra estaba celosa por la forma en que los niños se encariñaron conmigo. La madre se vengó y me dio una mala referencia cuando encontré otra buena familia para la que hacer de niñera. Mi vida continuó y conseguí un trabajo en el mundo empresarial. Pienso en los niños de vez en cuando y tengo fotografías de nuestros momentos felices juntos. Espero que ahora sean buenos hombres con sus propias familias”.

-Anónimo



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