6.
“Me especialicé en educación infantil y tenía dos trabajos, además de cuidar niños. Él mintió sobre su trabajo, no contribuyó a las facturas del hogar y nunca expresó su aprecio por el hecho de que yo trabajara como loca para tener un techo sobre nuestras cabezas, comida en la mesa y un auto en la entrada. No vivíamos juntos, pero habíamos estado hablando de ello y me alegro de que no haya sucedido: a sus 46 años, tiene la responsabilidad financiera de un niño. A eso hay que añadir que es un malcriado, lo cual yo misma me provoqué al no decirle que no. Estábamos terminando las cosas lentamente por falta de comunicación y él dijo que quería dinero para un conjunto. Le dije que no y dejó de hablarme durante dos semanas, diciéndome que lo dejara en paz”.
“Lo puse en evidencia y me pidió dinero para zapatos. Yo tenía el dinero, pero estaba harta. Entonces me di cuenta de que era un vago y, lamentablemente, nunca sería quien yo necesitaba y nunca podría tratarme como yo merecía ser tratada. Nunca más le devolví la llamada, lo que lo enfureció por una razón. Además de perder lo mejor que alguna vez tuvo, también perdió su vale de comida.
Estoy muy feliz de no haberme mudado con él. Me sacrifiqué mucho por él: tiempo, finanzas y salud mental; y aunque creía que realmente se preocupaba por mí, en el fondo, Sabía que mudarme con él sería un error que me costaría todo lo que conozco y amo. Era abusivo física y mentalmente, capaz de cualquier cosa: robar, dañar la propiedad, estafar y poner en peligro la vida de mi gato. Me estaba utilizando y yo estaba demasiado ciega para verlo. Esta constatación me hizo alejarme y terminar nuestra relación”.
-Anónimo